EL GOBERNANTE "ESTÁ DESNUDO"

EL GOBERNANTE ESTÁ DESNUDO…
Hasta el palacio de gobierno, llegaron de una isla dos charlatanes que se decían a sí mismos “asesores y planificadores” de mucho éxito asegurado. Afirmaban que eran capaces de elaborar las mejores estrategias de gobierno, los mejores planes económicos y las mejores acciones sociales que ojos humanos pudieran haber visto, sólo exigían que se les entregase el dinero y el poder necesario para comprar todo lo necesario, así como traer todo el personal debidamente especializado que esperaba órdenes allá en la isla.
Ahora bien, dejaban bien entendido que tales obras, sólo era posible verlas aquellas personas que realmente fueran afectos al proceso, de quienes todos creían que era él, el autor padre. Y que aquellas personas que no eran tales afectos a ese proceso no serían capaces de ver la magnitud de la obra.
Admirado el gobernante de tan maravillosa oportunidad de manejar a su antojo al pueblo, otorgó a los charlatanes todo aquello que estos solicitaban y éstos encerrados en una habitación en el fuerte del palacio bajo llave, simulaban trabajar en confeccionar el plan a la medida del gobernante, y que este pudiera lucirlo en las alocuciones que al pueblo él daba.
Curioso el gobernante de saber cómo iba su nuevo plan, envió a dos de sus asistentes más versados a comprobar cómo iban los trabajos; pero cual fue la sorpresa de estos cuando a pesar de ver como los pícaros hacían como que trabajaban y se afanaban en su quehacer, pero los emisarios no podían ver el plan porque que no existía. Obviamente supusieron ambos que no lo podían ver porque realmente aquellas personas que ellos creían grandes asesores, no lo eran y avergonzados de ello, ni el uno ni el otro comentaron nada al respecto y cuando fueron a dar explicaciones al gobernante se deshicieron en loas y parabienes para con el trabajo de los pícaros.
Llegado el momento en que los isleños habían cuadrado el engaño y estuvo terminado “su” plan, el gobernante fue a ensayarlo, pero al igual que sus emisarios no conseguía ver ni entender el plan, como él era muy ignorante y fácilmente engañable cayó en el mismo error en que ya habían caído sus emisarios y a pesar de no ver plan alguno, hizo como si lo entendiese todo alabando la delicadeza y belleza del plan. Los asesores del palacio que acompañaban al gobernante, presa de la misma alucinación también se deshicieron en alabanzas con el plan de los isleños a pesar de que ninguno de ellos era capaz de ver nada. Y es que conocedores todos de la cualidad e ignorancia del gobernante, y por congraciarse con él, fingieron que solamente ellos serían capaces de contemplar tal obra ya que la entendían en su totalidad, y no queriendo nadie reconocer tal afrenta todos callaron y todos afirmaron, desde el gobernador hasta el último de los conectados.

Llegado el día de la Memoria y Cuenta, el gobernante se presentó en el hemiciclo con el supuesto maravilloso plan y con sus afectos salió en procesión por las calles de la ciudad, la gente también conocedora de la rara cualidad que tenía el plan callaba y veía pasar a su gobernante, hasta que un pobre niño de corta edad, inocente y sin malicia, dijo en voz alta y clara "el gobernante ha sido engañado por los isleños".
Tal grito pareció remover las conciencias de todos aquellos que presenciaban el desfile, primero con murmullos y luego a voz en grito todos empezaron a chismorrear "el gobernante no tiene nada", ... "el gobernante va desnudo"; los Afectos del gobernante y el mismo gobernante se dieron pronto cuenta que ese engaño la gente no se lo comía y es que realmente él no tenía nada y “lo sabía”.
Cuando fueron a buscar a los pícaros asesores isleños al palacio, estos habían desaparecido con todo el dinero, y con todos los recursos que les había sido entregado para confeccionar el amañado plan de estado. El engaño había surtido efecto y el gobernante iba desnudo no tenía nada que ofrecer.
De este cuento podemos deducir varias moralejas: una de ellas la inocencia de los niños que como se suele decir, siempre dicen la verdad, y de otra que no por el hecho de que una mentira sea aceptada por muchos; tenga que ser cierta.
Basado en el cuento de hadas El rey desnudo, escrito por el danés Hans Christian Andersen y publicado en 1837.

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